El cristiano sabe y tiene por cierto y verdad que la Cruz de Cristo, medio a través del cual fue redimido el mundo y toda la humanidad en él, es un misterio en el cual puede apoyarse sin miedo alguno.
La Cruz es, para los hijos de Dios que se precian de serlo, un escabel sobre el que ver aquello que nos pasa sin temor alguno a la miseria o a la terrible desazón que puede llegar a producir el dolor y el sufrimiento.
La Cruz nos determina a ser mejores porque con ella sabemos a qué atenernos en nuestra relación con Dios.
La Cruz de Cristo, aquel espacio estrecho que fue regado por la Sangre del Salvador, será siempre la imagen viva de la vida eterna. Y, para nosotros, luz y vida; la misma Vida y con nuestra vida, también la cruz, la que nos corresponde llevar a cada ser-hijo-de-Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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