viernes, 30 de diciembre de 2022

Misioneros sin pasaporte

Artículo de Manuel Lozano Garrido, Lolo 





Es cierto y verdad que estas letras que Lolo escribe, en cierto modo, también son para él mismo. Y es que al tratar del amplio mundo del enfermo… si hay alguien que se pueda sentir concernido es él.

Lolo nos habla de la importancia que tiene la labor santificante que las personas enfermas, misioneras de tal misión, que, muy a pesar de sus circunstancias, son un verdadero tesoro para el creyente.

Dice Manuel que el enfermo es “millonario de dolor” pero que tal caudal no se desperdicia o se pierde sino que, bien encauzado, ayuda y mucho en la salvación del prójimo. Y es que así, en efecto, fue su vida.

Recomiendo, encarecidamente, la lectura de lo que sigue. Y la lectura serena y pausada de lo que es un maravilloso y gozoso artículo: pura luz espiritual.

 

 

Publicado en la revista Enfermos Misioneros, en octubre de 1961

 

MILLONARIOS

 

Estas letras han nacido y van, de corazón a corazón, de cicatriz a cicatriz. Me gustaría que las leyeras por la tarde en la terraza, ahora que ya hay bochorno de siesta, que fuera la primera cosa que hagas cuando suene el timbre para el fin del reposo, todavía con la preocupación por la gráfica, las hidracinas, la sobrealimentación o los gestos del médico.

 

Mi carta es para ese escozor de tu vida cuadriculada y matemática: a las siete en punto el despertar; a las nueve, la visita sanitaria; a las doce, a las tres, a las seis, la comida, el reposo, los recreos, la leve compañía… Un hombre escribe, pensando en acompañar a otro que está en un sanatorio como si de pronto empezara a encenderse en su corazón la cerilla de una caja con premio.

 

Muchas tardes, cuando la luz se derrumba, anaranjada, por detrás de los pinares, tú, amigo, has sentido como una mano dura que agarraba tu alma como un limón y lo goteaba por los ojos en lágrimas. Es tu vida gallarda, la sangre joven que te hierve y los paseos, el corro de amigos o la tarde de campo que abandonas lo que astilla las ásperas horas de quietud, de silencio, de monotonía. Duele, y con razón, sentir un líquido de fuego por las venas, mirarse las manos que antes jugaban al frontón o empuñaron un martillo y verlas leves y desmadejadas sobre el colchón. Apenas si la primavera se ha deshojado sobre ti diecinueve, veintidós, ¿veinticuatro? Veces; pero ya tu memoria archiva un gran legajo de sufrimientos. Y es que –joven- al fin y al cabo, eres, en verdad, un MILLONARIO DE DOLOR.

 

CALVARIO SIGLO XX

 

Hay una vieja historia que se repite todos los días sobre las calles y los modos de nuestro tiempo. La vivimos todos, y cada uno tiene su buen papel en la representación. Tú, todos los días, a las seis, pones el termómetro debajo del brazo, mientras un sudor compacto y ardiente te escribe en los pómulos una estampa de agonía. De noche, cuando apenas si se oyen en los pasillos las leves pisadas de los enfermeros, una corona de preocupaciones va ribeteándote la cabeza, que arde como una corona de espinas. En la madrugada, cuando ya en el bosque hay trinar y un ruido de caracolas en las ramas, una tos, honda, seca y cansina, golpea y hiere brutalmente tus costillas como en una dura flagelación. Mañana y tarde -¿has visto tus pies?- tus pies briosos, los de la ronda, el taller o la mañana de clase, están retenidos sobre la cama casi taladrados por los clavos de una quietud forzosa y necesaria. Y así, con la fatiga o con el hondo sufrimiento de los compañeros que temen a tu enfermedad – “Perdónales, que no saben lo que hacen”-, minuto a minuto, dolor a dolor, va quedando sobre el fondo airoso y geométrico de tu sanatorio la imagen acabada de tu caminar de crucificado.

 

Hombre en Cruz, Cristo de hoy, tal vez sientas el temblor y la emoción de unos nombres que nacieron en un plano divino. ¿Se puede hablar de crucificados o apellidarse Cristos, desde un cuerpo que es atribulado y siente las justas limitaciones de su naturaleza? Te asustan –nos asustan- nombres que son de Dios pero entre aparatos de radio y medicamentos, con oxígeno y cartas por avión, se alza en el cuarto 18 de la Planta B tu perfil, reflejo vivo del Cristo, en la moderna Pasión horizontal de las sábanas. Y es que, con las altas palabras, con las divinas palabras, no usurpamos soberbiamente una categoría, sino que es Cristo el que desciende y va metiendo en la vida de cada uno ese fabuloso milagro de Dios en nosotros. Tú y yo, que también sufro, gracias a Él y a su generosidad, CRISTOS DEL SIGLO XX, y CALVARIOS, NUESTROS SANATORIOS. Fatiga, sangre, dolor, abandono, agonía, pero todo con el mágico fulgor y el centelleo de un signo de redención.

 

SUSPENSO EN GEOGRAFÍA

 

Más de uno está mereciendo un buen palmetazo de bachillerato. No, las capitales de la gran nación de las almas no están en Madrid, San Sebastián o Valencia, ni tienen poblaciones millonarias. Radican en las afueras, casi siempre altas, casi nunca remontando los 500 habitantes y con unos nombres que se llaman el Tomillar, Valdelatas, Montearagón, Guadarrama y El Neveral. Son conocimientos de geografía que conviene rectificar, como también que allí están los lingotes de oro o los filones de oro o los filones de metales preciosos y no en el Banco de España, Rodalquilar o El Centenillo. Desde los sanatorios viene una sabia gobernación por la que el mundo rueda, pese a todo, por un aire de esperanza.

 

Es la impotencia del dolor transcendido, el soberano poder de la fe que mueve montañas, de las ofrendas purificadas y vertidas en el río de la sangre de Dios. En el mundo de las almas, los pantanos se fabrican en las alturas y allí se represa la energía que luego va encendiendo un corazón aquí y otro allá, al norte y al sur, en casa o en el país donde nace el sol y hay gentes de ojos rasgados o piel de ébano, con tantanes o noches de seis meses. Las verdaderas fuerzas del mundo no residen en las bombas de destrucción; se crecen sobre los ‘átomos’ de unas celdas serranas, con gráficas y camas de esmalte. Los desalientos del mundo, las caídas o  las desgracias son trajinados para la esperanza desde esas gotas de dolor humano que se acepta y trabajan las turbinas del amor de Dios para mover positivamente, aunque sea palmo a palmo, a toda la humanidad.

 

CREER Y NO VER

 

Miro a la pluma y me digo que va trazando palabras muy solemnes, que huelen a luces, a ideales, a campañas y a triunfo. Pero mi pluma está también entre cuatro paredes, junto a la sal, la jeringa o la monotonía. Y desde el baño gris de cada hora, vuelvo a mis palabras y las noto seguras, auténticas, fundamentales, como rocas de cimientos. Nunca estaré solo mientras tenga un corazón que vuela. El sol está fijo más arriba de mi telón de nubes cárdenas.

 

¿Qué supone sólo una queja que se respira antes de nacer? Apenas nada desde mi dimensión de hombre; bastante desde el montón de quejas que son retenidas y aunadas con las de todos los lechos de dolientes de la tierra. En algún lugar -¡y qué lugar!-, un ángel factura el mundo de los colores que pudo corresponder a unos ojos sin luz que aceptaron  la renuncia, y en el cielo que se junta con los andares sin estrenar de un hombre paralítico, o con la espina dorsal, siempre rígida, de una chica con ojos azules; y el ‘levántate y anda’ de Cristo que le corresponde se escucha en un alma acartonada por el materialismo, en un profesor de instituto malayo que dice de pensar en la otra orilla, en las ruinas de una fe, en los cimientos de una esperanza… Sin salacot, sin pasaporte, con ‘esquijama’ y la silla de cristal, centenares de misioneros no oficiales van jalonando de claridad y de gloria la ruta salvadora de la Iglesia. Son muchos casi oscuros e invisibles, pero sus corazones rezan todos los días por el dolor de las almas sin luz y bajo la almohada tienen un diploma de la Unión de Enfermos Misioneros. Hasta ella les impulsó un día la conciencia de la unidad y el deseo de ser útiles. Apenas si necesitaron más que la aceptación de la voluntad de Dios en sus dolores y el propósito de vivir los sufrimientos con un giro amplio y misionero. Ninguno de ellos ha visto la espiga de su sementera, pero todos jurarían que su grano va germinando. Tan fijo es como el fulgor de las estrellas. La aceptación se nimba con la fe. Dan y dan gratuitamente, sin cápsulas de botella con premio, porque es hermoso continuar creyendo y confiando y amando al Dios-Padre providente.

 

¿Comprendes ahora que yo te escriba con amor, casi de rodillas, con el temblor en la pluma y la emoción de tu vida y mi vida esperanzadas, ricas y poderosas?

 

EL MEJOR PLAN MARSHALL

 

Tal vez me leas al filo de un día que es ancho y hermoso. En Pentecostés viven nuestros aldeanos la fiesta de unos trabajos y sudores que se coronan en el volumen de la cosecha. Pentecostés, para todos, es la celebración de la Gracia, de la santificación sin fronteras. Los bancos y los comercios recuentan sus cajas al filo de la Nochevieja. La Iglesia capitaliza a la luz clara de este día. Hace arqueo de almas que sufren, de cuerpos que sangran, de espíritus que viven en la pobreza y los pasa por la ventana abierta de la santidad. Del presupuesto de circunstancias dolorosas que aporta la JORNADA DE LOS ENFERMOS ha de vivir durante todo el año; y, no obstante, su saldo es una hermosa cifra de esperanza.

jueves, 23 de diciembre de 2021

miércoles, 11 de agosto de 2021

Setenta veces siete

 Mt 18, 21-35

  

“21 Pedro se acercó entonces y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’ 22 Dícele Jesús: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete’. 23 ‘Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. 25 Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. 26 Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.’ 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. 28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes.’ 29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.’ 30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31 Al ver  sus compa1ñeros lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. 32 Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste’. 33 ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ 34 Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano”.

 

 COMENTARIO

 

El ejemplo que pone el Hijo de Dios a Pedro para que comprenda lo que supone perdonar quizá le sirvió a quien, tiempo después, debería ser perdonado.

 

Aquel siervo debía mucho dinero. Mucho se le debía perdonar. Y su señor le perdona mucho porque mucho le debía. Y debía mostrar agradecimiento. Y a su señor seguro que se lo mostró. Pero no hizo lo mismo con quien a él le debía muy poco.

 

Perdonar lo poco es, también, importante. Pero, de todas formas, el perdón debe alcanzar a todas las ofensas que se nos infieran porque ya dice Jesucristo que debemos perdona… siempre.

 

 

JESÚS,  gracias por enseñarnos, con tu vida, qué es el perdón y hasta dónde llega el mismo.

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

martes, 10 de agosto de 2021

Estar reunidos en nombre de Cristo


Mt 18, 15-20

"Jesús dijo a sus discípulos: 'Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos'".


COMENTARIO

Es cierto y verdad que muchas veces nos equivocamos y que es conveniente que nos corrija quien se haya dado cuenta de nuestro error. Y eso es lo que nos dice que debemos hacer el Hijo de Dios. Ahora bien, el resultado de tal corrección debemos tenerlo en cuenta si no es que queremos ser considerados como gente sin fe.

Les dice Cristo a los discípulos presentes que lo que aten en la tierra quedará atado en el Cielo y lo que desaten… también. Y es que debían tener muy en cuenta que la fe y la creencia en Dios no es algo baladí sino que deja su huella en la vida eterna.

Y, por último, nos dice el Hijo de Dios que no está lejos de nosotros sino, justamente, al contrario: siempre que nos reunamos dos o más en Su nombre… allí está Él. Así de sencillo: en Su nombre.



JESÚS, gracias por darnos estos consejos tan necesarios.



Eleuterio Fernández Guzmán

Seguir a Cristo

Jn 12, 24-26


24 En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. 25 El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. 26 Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.”


COMENTARIO

Es cierto y verdad que el Hijo de Dios, en algunas ocasiones, hablaba de forma que requería interpretación aquello que decía pues la Palabra de Dios, aunque certera, no siempre se entiende, por decirlo así, a la primera.

En el día de hoy Jesucristo habla de algo muy importante: hay que seguirlo porque, de otra forma, no alcanzaremos la vida eterna. Y eso nos lo hace saber haciendo uso de la imagen del grano de trigo. Y nosotros también debemos morir a la mundanidad y tener en cuenta lo que nos dice el Hijo de Dios.

Dice Cristo “si alguno” porque, a lo mejor, creía que no todos lo iban a seguir como bien sabemos. De todas formas, para aquellos que le seguían tenían preparado un final más que apetecible: Dios los iba a honrar y, además, sería servidores de Jesucristo y alcanzarían la vida eterna.



JESÚS, gracias por decir las cosas como son.


Eleuterio Fernández Guzmán

domingo, 8 de agosto de 2021

Debemos ser prudentes


  

Mt 25,1-13

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: ‘El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora’”.

 

 

COMENTARIO

 

Cuando el Hijo de Dios habla a los que le escuchan lo hace de forma que pueda ser entendido pues, de otra forma, su misión no hubiera podido cumplirla con demasiada eficacia. Y hace uso de parábolas que resultan más comprensibles haciendo uso de costumbres y de comportamientos tradicionales del mundo judío.

 

Hay quien cree que, a lo mejor, a la hora de salvarse para siempre, para la vida eterna, le será suficiente con arrepentirse de lo mal hecho en el justo momento de morirse como si no importase nada lo hecho con anterioridad. Lo que pasa es que no se suele saber cuál es tal momento y, a lo mejor, al llegar al mismo no estamos, siquiera, para darnos cuenta de lo que importa.

 

Hay quien, sin embargo, sabe que llegado el momento de la muerte es necesario estar preparado pues, de lo contrario, le espera una vida futura más que peliaguda. Por eso, como las vírgenes sensatas o prudentes, preparan su alma para tal momento sabiendo que, cuando llegue, podría ser demasiado tarde.

 

JESÚS,  ayúdanos a prepararnos para cuando nos llame a su Tribunal tu Padre del Cielo.

 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

sábado, 7 de agosto de 2021

El pan de vida

 

Jn 6, 41-51

 

“41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: 'Yo soy el pan que ha bajado del cielo.' 42     Y decían: '¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?' 43 Jesús les respondió: 'No murmuréis entre vosotros. 44 'Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. 45 Está escrito en los profetas: = Serán todos enseñados por Dios. =Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. 47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. 51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.'”

 

 

 

COMENTARIO

 

 

Es cierto y verdad que había muchos que no creían en el Hijo de Dios y dijera lo que dijera no iban a seguir sus palabras. Por eso, como nos dice este texto bíblico, había quien murmuraba que, como sabemos, es algo muy propio de la envidia.

 

Jesucristo, sin embargo, que los conocía muy bien y tenía muy claro que siempre iban a procurar confundirlo, les explica que Él salvará, en todo caso, a los que escoja Dios para ser salvados y, entonces, serán resucitados el último día, como dice Cristo.

 

Dice el Hijo de Dios que es, Él, el pan bajado del cielo. Y eso supone que comer su cuerpo, como dice aquí mismo aunque no lo parezca, es la única manera de ser salvado.

 

 

 

 

JESÚS,  gracias por ser el Pan vivo bajado del Cielo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán