domingo, 5 de enero de 2025

La alegría sobrenatural de Lolo


 



Es cierto y verdad que a nosotros, ahora que corre reciente el año del Señor de 2025, nos puede resultar muy sencillo hablar sobre lo que hemos dado en titular estas letras, a saber, “La alegría sobrenatural de Lolo”. Es decir, para cualquiera que conozca a Lolo sabe que le ha sido reconocida una vivencia que va más allá de lo material, de lo natural y, por tanto, todos los parabienes en su favor nos parecen pocos.


Ciertamente, la distancia temporal hace posible tales cosas y es lo mismo que si nosotros hablamos y requetehablamos de las circunstancias por las que pasó Jesucristo en su primera venida al mundo por todo lo que, desde entonces, se ha investigado y dicho…


Con esto queremos decir que, en efecto, Manuel Lozano Garrido, con el tiempo Beato de la Iglesia Católica, Lolo, pues, llevó una existencia donde todo aquello que tenía que ver con lo sobrenatural para él era, efectivamente, de lo más natural del mundo.


Quizá esto pueda sorprender porque Lolo, en su vida ordinaria, lo pasaba más que mal si hablamos de sus circunstancias físicas las cuales, no lo podemos negar, es casi seguro que nos las querríamos para ninguno de nosotros…


Para Lolo, sin embargo, las cosas debían ser muy distintas a lo que otras personas (de entonces, de ahora y de los tiempos que vendrán) creían y pensaban. Y es que nuestro amigo tenía una conexión muy especial con lo que llamamos “sobrenatural” y que, por tanto, tratase de realidades que están por encima, muy por encima, de nosotros y que definen, por supuesto, cómo somos en tan especial aspecto de nuestra vida.


Cuando se dice, y es constatado por todos los que le conocieron (y bastantes personas aún pueden contarlo, por así decirlo) Lolo se mostraba como una persona alegre. ¡Alegre!, así dicho entre exclamaciones, porque merece así ser escrito de quien tanto padecía.


La Alegría de Lolo sólo podía tener origen sobrenatural pues las cosas de la naturaleza, en su caso, no ayudaban mucho a estar alegre, así, con una alegría que casi era “insultante” y, sobre todo, que no poca envidia (sana) nos causa.
Decimos esto porque Manuel se apoyaba en Quien sólo puede apoyarse quien cree tan firmemente a su realidad y existencia que ha hecho de la misma un modo de vida, así, sobrenatural. Y nos referimos a Dios a Quien amaba por encima de todas las cosas (siendo fiel, así, al primer Mandamiento de Su Ley) y a quien tenía, seguros estamos de eso, como principal valedor suyo y, por tanto, como primera mano a la que cogerse en caso de debilidad…


Pero Lolo sabía muy bien que tenía en quien apoyarse además de en su Creador y mantenedor en el mundo, en su siglo XX. Y es que tanto la Virgen María como su hermano Jesucristo eran quicios sobre los que construir una existencia y un modo de ser, así, tan sencillo pero tan gozoso con todo lo que le pasaba.


Para Lolo nada de lo que le pasaba acababa por tener un sentido natural o, incluso, mundano. Y es que su propia existencia (así, de “inválida”, como él mismo se define) sólo podía entenderse si tanto Dios como su Madre, María, como su hermano, Jesucristo e, incluso, la Iglesia que fundó el Mesías, eran verdaderos “instrumentos” (entiéndase esto, por favor) en los que basarse para ser capaz de caminar sin caminar, de hacer sin casi poder hacer y, ya por último, de ver sin poder ver…


Decimos eso de la que alegría de Lolo era sobrenatural por ser sobrenatural el origen de la misma (su creencia en tal posibilidad), por ser sobrenatural el sentido de la misma (sólo así era capaz de..) y, en fin, por ser sobrenatural el resultado de la misma: un ser más que capaz por muchas incapacidades que tuviera.


En realidad, lo que Lolo nos muestra con su vida es que la fe, su fe, alcanzó todas las circunstancias de su existencia y por eso mismo pudo sobrevivir físicamente a las asechanzas de la enfermedad, el dolor y el sufrimiento y, además, como le pasó tantas veces a muchos personajes de las Sagradas Escrituras Nuevas, fue salvado mucho tiempo por la confianza que tenía en Quien lo había traído al mundo y no estaba dispuesto a abandonarlo hasta que lo llamara a Su Casa. Y fue un 3 de noviembre del año que corría de 1971 pero fue, también, muchos años (al menos, algunos) después de que a sus huesos se le pegara algo con mala sombra mientras él, nuestro Lolo, miraba para otro lado cuando los “alfileritos” que sentía le pinchaban en cada rincón de su cuerpo. Y estamos seguros de que para dónde mirada estaba arriba, bien arriba, justo donde ahora está, cabe Dios y que su alegría venía de ahí. ¿De qué otra parte podía venir?


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