Estamos más que seguros que algún lector estará pensando, nomás ver el título del artículo, que sin duda nos hemos equivocado. Y es que nuestro amigo común, el Beato Manuel Lozano Garrido, a la sazón Lolo, no murió producto de haber sido martirizado ni nada por estilo sino que lo que le pasó fue que, luego de padecer mucho a lo largo de los años Dios quiso llevárselo a su Casa donde seguros estamos de que está.
Y eso es más que cierto pero…
Cualquier creyente católico sabe que la palabra mártir quiere decir, en general, “testigo”. Y es que se entiende que da testimonio de una fe acendrada y bien asentada en el corazón quien, encontrándose ante una situación en la que su vida pende menos que de un hilo, es capaz de perdonar a quien corta ese hilo…
Y esto también es verdad pero…
Por otra parte, es seguro que siempre se tenga en la mente y en el corazón que los mártires, a lo largo de los siglos, han dado, literalmente, su sangre por la fe que tenían (pues haciendo lo que hacían demostraban que la tenían)
Y también eso es verdad pero…
Como vemos, tenemos unos cuantos “peros” que suelen ser los que abonan el campo de las ideas para sembrar otras posibilidades que van más allá de lo que hay antes de los “peros”.
Esto lo decimos porque nosotros creemos que Lolo fue un mártir en el sentido esencial de lo que eso significa y que, como decimos arriba, tiene no poco sino todo que ver con la palabra “testigo”.
En efecto, Manuel Lozano Garrido fue testigo (y, por tanto, mártir no tan incruento como se pueda pensar…)
- Dando testimonio de la creencia en Dios Todopoderoso,
- Dando testimonio del Amor que Dios quiere para sus hijos y entre ellos,
- Dando testimonio de una devoción especial por todo lo religioso católico,
- Dando testimonio de cómo es posible soportar, por fe, el sufrimiento,
- Dando testimonio de la bondad de Dios al entregarle una serie de dones que hizo rendir al, y más, del 100% como dice la Parábola del Sembrador,
- Dando testimonio, y siendo ejemplo perfecto, de hasta dónde se puede llegar aceptando lo que a uno le viene en la vida,
- Dando testimonio de ser capaz de sobrenaturalizar el sufrimiento,
- Dando testimonio de una perfecta unidad de vida,
- Dando testimonio…
En fin… como vemos, es posible seguir con esta relación de realidades como una catedral de grandes, acerca de que nuestro Lolo seguramente no dio su vida como los mártires, digamos, ordinarios (con ser extraordinarios) pero lo hizo a su modo y es un modo que, además, nos puede servir de buen ejemplo a seguir. Y eso, se diga lo que se diga, es algo más que provechoso para su prójimo.
Pero es que, incluso en lo dar su “sangre” también Lolo se distinguió pues ¿es que no es dar la sangre que uno tiene, la vida que le corre por las venas, la entrega a su prójimo con todas sus consecuencias entre las cuales se encuentra el dolor y el sufrimiento?
Pues eso, que el Beato Lolo, creemos nosotros humildemente y aquí lo decimos, fue mártir y, por tanto, testigo de Dios en el mundo. Y es otra razón más para dar gracias al Creador por ser capaz de suscitar entre sus hijos a lo que muestran las amplias posibilidades que hay de dar testimonio de la fe que se tiene.
Eleuterio Fernández Guzmán
Es cierto y verdad que hay muchas personas de las que se podría decir lo mismo que nosotros vamos a decir de nuestro amigo Lolo. Y es que el comportamiento a lo largo de la vida de un ser humano puede dar, y da, para que se pueda decir del mismo eso, que pasó su vida haciendo el bien.
Nosotros, de todas formas, tenemos a alguien a quien aplicamos eso en el exacto sentido de lo que quiere decir.
Hay una placa en una fachada de Linares, Jaén, España. Y corresponde al lugar donde nació Manuel Lozano Garrido. Y dice esto:
“En esta casa nació el 9-8-1920 D. Manuel Lozano Garrido. Hijo predilecto de Linares. Pasó su vida haciendo el bien”.
Y debajo es apreciable la fecha en la que aquella placa se fijó a la fachada: 21-4-1996.
En primer lugar, cuando decimos de Lolo que pasó su vida haciendo el bien queremos decir que eso no es algo que alguien, en particular, aprecia de la vida del ahora Beato de la Iglesia católica. Y eso, aún estando bien, podría interpretarse, al fin y al cabo, como un pensamiento particular de una persona. Sin embargo, sostener de Lolo que “Paso su vida haciendo el bien” tiene un sentido verdaderamente colectivo y que es, por tanto, algo así como que ha quedado en la memoria de todo ser que lo conoció, un hacer así.
No es cosa esta baladí o de poca importancia sino que tiene todo que ver con lo que una persona, en este caso Lolo, hizo a lo largo de su vida y que es la causa de que se tenga de su ser una memoria tan tierna, tan cierta, tan terminada de hacer, tan verdadera.
Ciertamente, cuando decimos eso que decimos de Lolo sabemos que, en efecto, no es que en algunas ocasiones el buen amigo nuestro hiciera lo posible para que el prójimo sintiese que era escuchado por alguien que tenía tal capacidad a flor de piel y de corazón sino que “su vida” fue eso: un hacer el bien sin mirar ni hora ni tiempo ocupado en hacerlo.
De esto que decimos nosotros no somos testigos pero sí lo somos de los que lo conocieron y dicen que Lolo se desvivía por toda persona que se acercaba a su casa. Y es que, como podemos imaginar, conforme la fama de santidad de Manuel Lozano Garrido se fue extendiendo, al menos, por Linares (su pueblo) ya podemos estar seguros de que muchos subirían a su casa.
Cuando se visita a alguien como era Lolo es de creer que no sólo se acude a su casa para ver cómo se encuentra (que también) sino que muchas tuvieron que ser las preguntas que le hicieron a lo largo de su vida estando enfermo como estaba el buen hombre. Y debería ser mucha la confianza que se tenía en que la respuesta iba a ser espiritualmente adecuada cuando fueron más de algunas las preguntas que le debieron hacer y a las que Manuel, seguros estamos, no se debió negar a responder a ninguna aunque también es verdad que a lo mejor se preguntaba a sí mismo las razones de dirigirse a él que, en todo caso, parecía no servir para nada social… siendo, justamente, lo contrario la verdad.
Es verdad que no decimos nada nuevo si apostamos porque Lolo pasó su vida haciendo el bien. Y no lo decimos porque, ahora mismo, también lo está haciendo aunque sea a la distancia de más de cincuenta años que fue llamado a la Casa del Padre.
Estamos seguros, aún sin haber visto tal documento, que en el que se conformó (con testigos y demás verdades) para su Causa de Beatificación, que muchos certificaron que Lolo hizo mucho bien a ellos mismos, a aquellos testigos queremos decir, y a otras muchas personas de las que tales testigos lo fueron. Y es que la verdad brilla e ilumina mucho cuando alguien es bueno en el buen sentido de la palabra y, a lo largo de una vida toda y entera, se dio al prójimo todo cuanto pudo siguiendo aquello de “querer al prójimo como a ti mismo” que es un consejo de Alguien que también sufrió mucho a lo largo de vida y, más en concreto, cuando fue ajusticiado ilegítimamente por envidiosos y demás acusadores.
Sí, Lolo pasó su vida haciendo el bien. Y por eso está donde está o, lo que es lo mismo, en el Cielo, cerca de Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
Resulta de todo punto normal que cuando a una persona se le otorgan determinadas bendiciones espirituales es que, en verdad, podemos estar seguros de que tiene merecimientos para que eso sea así. Y en el caso del Beato Manuel Lozano Garrido ha de ser cierto y verdad que en su subida a los altares no sólo jugó un papel crucial el sentido de la fe que tenía y todo lo que tiene relación con su sufrimiento físico sino que aquello que dejó escrito debió tener su peso en oro, también, espiritual.
En realidad, esto que decimos aquí lo puede comprobar cualquiera con tan sólo acercarse a uno de los libros que dejó escritos en vida en el mundo o a los que luego, de forma póstuma, por recopilación o “encuentro “ (caso, por ejemplo, de “Las siete vidas del hombre de la calle”, publicado por la Fundación Beato Lolo en 2016 después de su aparición dos años antes) han ido apareciendo.
Leer al Beato Lolo no es cosa baladí. Y es que pudiera dar la impresión de que nos encontramos ante un escritor más y que luego, su especial sentido de la fe y todo lo que eso le supuso a sí mismo enriqueció lo que escribía cuando, en realidad es casi seguro que el camino fue al revés: escribió lo que escribió y eso fundamentó una raíz desde la que construir una forma de ser que quedaba reflejada en las palabras que, a veces, muy perseverantemente, conseguía que fueran fijadas en el papel pues su enfermedad, como es sabido, acabó por hacerle imposible, siquiera, escribir con un lápiz…
Pues bien, el gozo de leer a Lolo es muy fácil de entender si aquí traemos algunas de las miles y miles de palabras que conforman sus libros o sus escritos periodísticos, que de todo hay en esa viña del Señor.
Así, por ejemplo, en su libro “El sillón de ruedas” (p. 159) (y que, ya de paso, debemos decir que resulta de todo punto humilde que le ceda la importancia a la silla de ruedas que lo llevaba…) nos dice algo como esto:
“La órbita de la Gracia está ceñida literalmente al itinerario de la voluntad., Para incorporarla a lo íntimo y nutrirse con la riqueza de lo sobrenatural, basta únicamente con un leve intento de aproximación. Es entonces cuando Dios derrama sus maravillas como una catarata y nos inunda con todos los matices que se le enraízan en el amor”.
Como podemos ver, Lolo nos habla dulcemente de aquello que debería ser tenido tan en cuenta por los hijos de Dios: la Gracia del Todopoderoso a la que, en efecto, nos acercamos si queremos…
Eleuterio Fernández Guzmán
“La oración es como el pan de cada día: uno no come y se muere; uno no reza y el alma se va desangelando”
Bien venido amor, 580
Es cierto y verdad que recordar el 3 de noviembre como el día en el que Lolo subió al Cielo, nos puede ayudar a orar, a rezar. Y es que Lolo era capaz de eso y de mucho más con aquello que dejó escrito.
Ciertamente, hay oraciones propiamente dichas que, así, llevan el título de lo que son: “Ante una mano agujerada”, “Credo del sufrimiento”, etc. Pero hay otros muchos textos que nos pueden venir la mar de bien para acercarnos a Dios desde nuestra realidad de hijos que saben que su Padre del Cielo nunca los olvida y siempre los tiene presentes en su corazón.
Lo que creía Lolo acerca de la oración o en fin, de rezar, lo dejó bien dicho en el punto 580 de su libro “Bien venido amor” con el que encabezamos estas letras. Y es que conocer bien el sentido preciso y exacto de la oración, el que tiene la misma y en fin, la profundidad que en el corazón puede llegar a alcanzar hizo que este amigo, del que nos preciamos ser, nos sirva en bandeja, con sus textos, un dirigirse a Quien nos ha creado y mantiene.
Así, por ejemplo, podemos orar así (lo hemos dado en llamar “Oración para sufrir solo” y la hemos extraído de su libro “El sillón de ruedas”), cuando nos sintamos como pudo sentirse muchas veces Lolo:
“Señor: me pregunto si es posible un dolor con escafandra, que abarquille sus tentáculos sobre un corazón mientras los mismos labios dan a partir, sencillamente, el precio de una corbata o el calor que se nos echa de pronto. Si sufro, me gustaría oír mi grito caracoleando dentro de una coraza de carne petrificada, revestida de amianto, mientras al otro lado se ríe, se canta y se paladea pura y gozosamente el regalo frondoso de la vida”.
Pero también debemos ansiar permanecer ante y con Cristo y decirlo así (de su libro “Dios habla todos días”):
“Junto a Ti, mi Cristo, que guardas aún en los poros una roja afluencia de agonía, vengo a sudar a la vez la revisión de mis heridas y el encono del porvenir, porque de Ti he aprendido que toda cruz tiene un prólogo de Huerto de los Olivos y un broche triunfal de día de Resurrección. De lágrimas o de angustias, de heridas o de sepulcros, yo puedo hacer una buena recapitulación. De méritos y de victorias, de entregas y de promesas, Tú puedes barajar una inmensa antología. Y juntos, sí que gano.”
Y, en fin, por poner un ejemplo más lo hacemos con lo que hemos dado en llamar “Oración de la franqueza” y que se encuentra en su libro “Mesa redonda con Dios”:
“Cristo; por nada del mundo quiero ver el ramalazo de tus ojos cuando mancillan a un niño o cuando atropellan a un hombre. Aquí te queda hoy mi propósito de una rienda firme para las palabras, para los pensamientos y para todos los actos de mi vida.”
En realidad, con estos tres ejemplos de lo que supone orar y rezar para Lolo podemos hacernos una idea del caudal espiritual que nuestro hermano en la fe puso en el mundo mientras pudo hacerlo pero que ha quedado para siempre, siempre, siempre.
De todas formas, el caso es que debemos, como hizo Lolo, tirar hacia arriba para que el mundo no nos traiga hacía sí en exceso y no nos deje tener una relación con Quien quiso que existiéramos. Y tal medio, y remedio de tantas caídas en el abismo y contra la posesión diabólica que la mundanidad pretende ejercer sobre nosotros, es la oración, el hecho mismo de rezar y meditar aquello que nos ha sido dado. Sin tales remedios espirituales nada de lo que podemos ser lo seremos y nada de lo que somos podremos seguir siéndolo. Y, como hemos podido ver brevemente aquí, tenemos a alguien, a Lolo, que nos echa una mano bien grande.
Eleuterio Fernández Guzmán
Es más que seguro que cuando Manuel Lozano Garrido viajó a Lourdes con su hermana Lucy allá por el año 1958 tuvo que quedar muy impresionado por lo que vio, oyó y, en fin, con todo aquello que llegó a su corazón para quedarse. Y tanto es así que, incluso, no pidió para sí sino por todas aquellas personas que allí estaban y a las que debía considerar en “peor” situación que la suya.
Lo de que quedó impresionado tiene que ver con algo que salió de su tierno corazón y que llevó el nombre de “Sinaí” que fue, que sería, tanto una Obra Pía, por así decirlo, como un medio de comunicación llamado también “Sinaí”.
Lo primero consistió en lo siguiente: dado que había muchos medios de comunicación que tenían talante religioso y, dentro de la espiritualidad, que eran católicos, tuvo Lolo la idea de que monasterios de clausura junto con grupos de 12 enfermos orasen por los mismos para que llegase al corazón de Dios las necesidades que pudiesen tener los mismo y, además o sobre todo, para que lo que transmitían a la opinión pública tuviera un talante, eso, católico.
Aquella obra, Obra así con mayúsculas por
la importancia que la misma tuvo y tiene hoy día, tuvo que calar profundamente
en el alma religiosa de España porque muchos fueron los monasterios y
muchos los enfermos que quisieron plantar aquella semilla en sus
corazones.
En realidad, nosotros no podemos saber el fruto espiritual que eso obtuvo y sigue obteniendo hoy día (pues siguen en activo los monasterios de clausura que oran a Dios por la prensa católica) Sin embargo, estamos más que seguros que ha de haber sido abundante pues no puede caer en saco roto que haya enfermos y personas especialmente dedicadas a la oración que pidan a Dios por una intención tan espiritualmente buena y saludable como es la de los medios de comunicación que pueden dirigirse al mundo mostrando una visión cristiana de lo que pasa y sucede.
Pero lo otro, aquello que hemos citado arriba sobre un medio de comunicación, digamos propio de la Obra “Sinaí” no podía llevar otro nombre que ése. Y es que el ahora Beato Lolo quiso que los enfermos pudiesen tener una forma de estar informados que fuera más allá de la información que les pudiese llegar por los medios, digamos, ordinarios (prensa, radio, la entonces naciente televisión, etc.)
El caso es que la especialidad propia de “Sinaí” era del todo normal que así fuera. Y esto lo decimos porque si debía dirigirse a personas enfermas, impedidas, etc. debía tener un sentido más que especial pues las mismas, se quiera o no se quiera ver así las cosas, tienen, por decirlo así, un ámbito de realidad que no es el mismo que el de la persona que no padece enfermedad alguna.
Lo que hace Lolo con “Sinaí” (desde
aquella primera Circular, la 0, salida en 1958) hasta el último número de la
tal revista, que salió a la luz pública después de la llamada a la Casa del
Padre de Lolo (el 3 de noviembre de 1971) no tiene, seguramente, paragón con
algo que pudiera parecérsele. Y quizá pueda considerarse esto exagerado
pero no lo es.
El que esto escribe ha tenido la gozosa oportunidad de haber escrito sobre esta revista, “Sinaí”, en las páginas internáuticas de la Fundación Lolo. Y después de haberlo hecho durante algunos meses y haber podido leer el contenido de sus números, podemos decir que aquellos enfermos que tuvieron entre sus manos aquellas páginas destinadas especialmente a ellos tuvieron que gozar más que mucho con el verbo de su Director, que no era otro que Lolo. Y es en aquellas páginas pueden encontrarse artículos de todo tipo relacionados con la más rabiosa actualidad tratados siempre desde el punto de vista propio de quien padece una enfermedad. Editoriales brillantes, acercamientos a la vida de la Iglesia, de la Ciencia, del mundo en suma…
La Obra de Lolo, tanto la que consiste en la oración por los medios de comunicación católicos como la propia revista del mismo nombre, “Sinaí”, fueron y son un auténtico regalo de Dios al mundo y una gracia que supo aceptar aquel que, estando ya algunos años enfermo, no quiso dejar pasar la oportunidad de que muchas personas tuvieran conciencia de lo que eso suponía y de que otras tantas pudiesen aliviar en mucho su propio ser con aquello que podían llevarse a los ojos y al corazón.
“Sinaí”: una Obra del Cielo puesta en manos
de un santo. ¿Cómo iba a salir mal?
Quien se acerca a las palabras que Lolo dejó escritas, tanto en sus libros como en los cientos de artículos que publicó en la prensa de su tiempo, es posible y seguro que no verá en las mismas ningún tipo de alago hacia sí mismo. Y con esto queremos decir que quien no conozca nada más que lo que escribió no sepa que, en vida, nuestro amigo tuvo un reconocimiento muy amplio y que era muy tenido en cuenta por aquellos que, al fin y al cabo, otorgan premios y distinciones.
Es cierto que Lolo, según dicen aquellos que le conocieron, no buscaba tales cosas sino que dedicaba su vida a llevar a cabo aquello que era su vocación. Sin embargo, sí hubo quien se dio cuenta de que, en el fondo, aquel sufriente ser humano merecía que se le reconociera lo que estaba haciendo.
En realidad, desde que publicó su primer libro de título “El sillón de ruedas” allá por el año 1961, lo bien cierto es que todo el que se llevaba a sus ojos y al corazón lo que el de Lolo inspiraba se daba cuenta de que allí, por decirlo así, había madera y que algo tan especial como lo que se estaba leyendo debía ser reconocido. Y así fue.
A partir de entonces, como decimos, los premios y distinciones que ahora ponemos (gracias a la Fundación Beato Lolo debemos reconocer y decir) son ejemplo de cómo era considerado en su tiempo quien, entonces, era conocido como Manuel Lozano Garrido sin lo que, con el pasar de los años, vendría con su inscripción en libro de los santos con el título de Beato:
1962: Ganador de los JUEGOS FLORALES de Cazorla (Jaén)
1963: Ganador del premio FEIJOÓ de la asociación Española para El “Progreso de las Ciencias”
1964 y 1968: Becas de Literatura de la Fundación JUAN MARCH
1967: Seleccionado para el premio NADAL (Libro; “Las Estrellas se ven de noche”)
1967: Finalista del premio GABRIEL MIRÓ (Cuento; “Las Hormigas”)
1967: Ganador del premio Ciudad de Villajoyosa (Cuento; “La Trampa”)
1968: Accésit Monte Carmelo (Libro; “Reportaje sobre las cumbres)
1969: Premio Literario Olivo de Oro (Poetas de Jaén)
1969: Premio Ciudad de Salamanca (Cuento seleccionado; “La Medalla”)
1969: Tercer premio Ateneo de Valladolid (Libro; “El Árbol Desnudo”)
1969: Nombramiento Hijo Predilecto de Linares (su ciudad natal)
1970:
Asignación de “su
nombre a una calle de Linares”
1970:
Nombrado Consejero
de Honor en
el “Instituto de Estudios Jienenses”
1970: Premio de Literatura Ciudad de Quesada (Jaén)
1971: Primer premio “BRAVO” Nacional de Periodismo (Conferencia Episcopal)
Podemos ver que apenas hay un año desde que empezó a reconocérsele lo que suponía la letra de Lolo que no tuviera un premio y, entonces, un reconocimiento. Y, es más, tuvo el honor de ser el primer premio “BRAVO” relacionado con el periodismo que otorgaba, y otorga hoy día, la Conferencia Episcopal Española.
En fin, no podemos negar que a Lolo se le tuvo muy en cuenta por parte de aquellas personas que eso debían hacer. Y, lo que es mejor aún… se le tuvo en cuenta, y se le tiene, por aquellos que, de una manera o de otra y en un tiempo o en otro, hemos descubierto que hay quien es capaz de ir mucho más allá de sus propias circunstancias: exactamente hasta el mismo Cielo.
Eleuterio Fernández Guzmán
Es verdad eso que se dice acerca de que la vida da muchas vueltas y nunca sabemos cómo va a acabar la cosa. Y eso pasa con Manuel Lozano Garrido, a la sazón Beato Lolo. A él la vida también le dio una sorpresa.
El caso es que Lolo iba para maestro. Es decir, su vocación inicial era serlo y estuvo a punto de cumplir con la misma. Sin embargo, como bien sabemos, la enfermedad lo llevó por otros derroteros que, en cierta manera, también acabaron siendo los de un maestro… del periodismo.
Podemos imaginar al Beato de Linares (Jaén, España) dándole vueltas, como se suele decir, a la cabeza, para ver qué iba a ser de su vida en cuanto se dio cuenta y supo (allá por los primeros años de la década de los 40 del siglo pasado) que su querer ser maestro de escuela no iba a ser posible. Sin embargo, eso no iba a impedir que siguiera otro camino, el que fuera.
Como es de creer, Lolo estaba más que interesado por todo lo que pasaba en el mundo, en el cercano (en su pueblo, en su Provincia y su Nación española) y también en el que estaba más lejos, allende de las fronteras de su patria. Y eso lo llevó por un camino que fue, para él y para sus amigos, más que provechoso: le aprovechó a él mismo como desarrollo personal e intelectual y nos aprovechó a los que le conocemos al leer aquello que salió de su corazón y que, bien él mismo hasta que no pudo hacerlo, bien quien le echara una mano (su hermana Lucy o quien hiciera de “amanuense” en cada momento pues es seguro que fueron algunas personas conocidas los que eso hicieron por él) dio a la luz pública poco a poco, como dándose cuenta de que sí, que estaba más que capacitado para ser periodista o, lo que es lo mismo, para ser una persona que escribiera periódicamente de temas diversos, de los temas más diversos pues en eso Lolo es ejemplo de hasta dónde puede llegar a quien todo le interesa.
Pues bien, ya tenemos a Lolo sabiendo, por
su propia práctica, a qué se va a dedicar o, a lo mejor, se va a dedicar a lo
que, poco a poco, va haciendo con su escritura.
Podemos decir que sí, que Lolo es un periodista de tomo y lomo. Es decir, publicó muchos cientos de artículos en la prensa de la época. Pero es que, además, fue el Director de “Sinaí”, una revista que era, por decirlo así, el órgano de comunicación de su Obra llamada, eso, “Sinaí” que consistía en que comunidades religiosas oraban por medios de comunicación católicos que ejercían de católicos sin poder olvidar que hoy mismo, en pleno siglo XXI, se sigue haciendo lo mismo en el mismo sentido. Y así, desde 1958 hasta 1971 decenas de números (dobles casi todos porque abarcaban 2 meses del año) llevaron a los enfermos y a quienes no lo eran, multitud de noticias, artículos, novedades científicas o técnicas, vida de la Iglesia, etc. y colaboraron no sólo a la necesaria información de una parte de la población a la que, a lo mejor, no llegaba todo eso sino que difundió una labor espiritual de rango muy alto en beneficio de todos aquellos que dedicaban su vida (y dedican) a hacer una información llevada por el ser espiritual cristiano y, dentro del mismo, el católico.
Lolo periodista, sí. Aquel hombre que supo sobrellevar más que bien sus dolencias físicas fue capaz de dar al mundo de entonces, y al de ahora pues los textos están vivos y más que vivos, toda una serie de textos de la más diversa índole. Y es que Lolo estaba interesado, sencilla y llanamente, por todo lo que llegaba a su corazón. Y sobre eso bien podemos decir que no hubo tema que se le resistiera y todo lo que trataba lo hacía desde el corazón y con espíritu limpio y claro como corresponde a quien tiene bien aprendido que Dios lo mira desde el Cielo y no va a defraudar a un tal Padre.
Lolo periodista, sí; periodista de raíz y
desde el tronco de la Cruz bien clavado en su máquina de escribir, como quiso
que se hiciera la primera vez que se pudo celebrar la Santa Misa en su
habitación con el debido permiso. Y es que anhelaba que Cristo, su hermano y,
en cuanto Dios, su Creador, pudiese sentirse reflejado, en lo referido a su
pensamiento, ser y estar, en aquello que iba a quedar escrito en unas páginas
que pasaban del blanco inmaculado a dejarse acariciar por el verbo inspirado de
Lolo, periodista, sí, como Dios manda.
Eleuterio Fernádez Guzmán
De vez en cuando conviene acudir al lugar donde las definiciones son la esencia de nuestra lengua. Así, por ejemplo, si buscamos la palabra “amistad” esto es lo que se nos dice:
“Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.”
Esto no lo hacemos para parecer pedantes o algo por el estilo sino para encajar, por así decirlo, la relación que tenemos con alguien como Manuel Lozano Garrido, llamado Lolo por, precisamente, sus amigos.
Nosotros decimos, a mucha honra y mucho gozo, que somos amigos de Lolo. Por eso, además, existen los “Amigos de Lolo” que son un grupo de personas que lleva más directamente todo lo relacionado con el Beato de Linares (Jaén, España) Pero, en general, puede ser amigo de Lolo toda aquella persona que tenga a bien aplicarse a sí mismo lo que la definición de arriba indica.
Es posible que quien no conozca de nada a Manuel Lozano Garrido o lo esté descubriendo ahora mismo, leyendo esto o algo parecido otro día hace bien poco, no acabe de comprender lo que supone ser “amigo” de Lolo en el estricto sentido de la expresión y de la palabra.
Nosotros sabemos, por ejemplo, que tenemos afecto personal por aquella persona que, hace ya algunos decenios, demostró lo que es sufrir y que eso no ha de suponer impedimento alguno para poder llevar a cabo una gran labor humana y, sobre todo, espiritual. Y, en tal sentido, nosotros sentimos un gran afecto personal, porque es propio y de cada uno de nosotros, por aquel que fue testigo (luego también mártir) de Dios en el mundo y nos hace comprender que es alcanzable lo que, en principio, no lo es.
Pero es que, además, aquí se trata de que, de parte de Lolo, la amistad que tiene con cada uno de aquellos que le conocieron y de los que le conocemos ahora, es verdaderamente pura. Y eso quiere decir que no está contaminada por nada del mundo ni por las asechanzas del Maligno de tal forma que haga impura una amistad o por nada que pueda destruir la misma.
Sin embargo, eso no es todo. Y no lo es porque no hay nada de “interés” mundano en la amistad que Lolo nos brinda a quien quiera ofrecerle la suya, si es posible, en el mismo sentido.
Sobre esto, hilando algo más fino, podemos decir que Lolo estaba desinteresado por todo aquello que supusiese ir contra su fe católica y contra todo aquello que pudiese romper con el trato de amigo que, en vida, dio a todo aquel que se le acercaba y que ahora mismo también sabe dar a quien lo mira, sí, desde la distancia si hablamos de su existencia en el mundo pero desde tan cerca si tenemos en cuenta lo que dijo y quedó reflejado en sus escritos.
Alguien podría decir que esto es más que suficiente y que ya nos vale con eso. Sin embargo, la generosidad de Lolo, el poder ser amigos suyos y lo que eso supone, es mucho más.
Esto lo decimos porque es lógico que cuando una persona no conoce a otra pueda llegar a mantener cierta distancia. Sin embargo, eso no pasa con Lolo pues una vez conocido, sabido quién fue y cómo fue y, en fin, todo su devenir, nace la verdadera amistad que, en efecto, se fortalece con el trato. Y eso es fácilmente comprobable por cualquiera que conozca a Manuel Lozano Garrido, lo tenga como ejemplo de vida y se “empape”, por así decirlo, de todas sus prácticas de vida y espirituales.
En realidad, que Lolo, como periodista que fue, dejó escrito esto y mucho más y que a través de eso podemos comprender muy bien cómo puede ser nuestra amistad con él pero, sobre todo, la suya para con nosotros, es una verdad tan grande como la catedral que ustedes quieran poner como ejemplo. Pero amistad, lo que se dice amistad, la nuestra con Lolo, amigo desde siempre y, sobre todo, hasta siempre, siempre, siempre, como diría Santa Teresa de Jesús con relación a lo que dura la vida eterna.
¿Se imaginan una vida así, la eterna, pudiendo conversar con Lolo y siendo sus amigos, ya, para siempre?
Eleuterio Fernández Guzmán
Es casi seguro que cuando esto sea publicado muchas personas que se lo lleven a los ojos y al corazón sepan de la persona, un verdadero influencer (hablando en moderno) del espíritu y de la fe católica, a la que nos referimos. Y es que no es otro que quien en vida era llamado Manuel Lozano Garrido y luego, con el paso del tiempo, alcanzó el Cielo siendo agradecida su vida con el título, por decirlo así, de Beato de la Iglesia Católica. Y sí, nos referimos a Lolo, así conocido por sus amigos, los que le conocieron en vida y los que le hemos conocido después de que fuera llamado a la Casa del Padre un 3 de noviembre de 1971 que es el mismo día, en cuanto a mes y número, que también celebramos a San Martín de Porres que fue otro católico que, limpiando con su escoba, supo mostrar a lo que se puede llegar.
Pues bien, hablar de Lolo es lo mismo que hacerlo de alguien que diera la impresión de que conoces de toda la vida. Y es que se hace de querer quien entregó su existencia a mostrar y demostrar que es posible sufrir, padecer hasta la extenuación y demás cosas del cuerpo sin venirse abajo y, además, obteniendo grandes frutos espirituales.
La existencia física de Lolo no fue buena. Y eso lo dice él mismo en los libros que dejó escritos en forma de diarios entre los que se encuentra, por ejemplo, Dios habla todos los días donde, en un momento determinado, escribe esto:
“Mi ficha podría ser ésta:
Treinta y nueve años. Soltero y andaluz. Maestro. Inválido desde hace casi dieciocho años. Reumatismo.
La vida mía está circunscrita a una habitación, con apenas una salida anual. Mi cuarto es dormitorio, sala de estar y lugar de trabajo al propio tiempo. Creo que, de un modo o de otro, hago algo. Todos los días dedico unas horas a rellenar cuartillas. Como ya no puedo por mí mismo, ahora, casi siempre, dicto”.
Era, entonces, abril, en concreto el día 4 del año, creemos, 1960 pues el imprimatur del libro, segunda edición, que tenemos entre las manos ahora mismo, es de 9 de junio de 1961 y este diario ocupa los meses que van desde abril hasta diciembre y, además, habiendo comenzado su enfermedad en el año 1942 y si sumamos 18, como dice en el texto citado supra… eso, nos sale tal año: 1960.
Podemos ver aquí mismo las circunstancias de la vida de un santo: físicamente muy disminuido (en otro libro, en concreto El sillón de ruedas, el primero que publicó, tituló el capítulo III “Profesión, inválido”), con unos medios más que escasos no sólo para vivir sino para desarrollar su profesión que no fue otra que, vocacionalmente, la de periodista y, en fin, con una voluntad a prueba de todo pues, por aquel entonces, ya se ve obligado a dictar porque no puede escribir por sí mismo…
Alguien así ha de ser algo más que un hombre. Y sí, lo es, en efecto, aunque no lo sea. Y es que en su naturaleza humana se le adhirió, como una lapa, una voluntad de querer cumplir la que es de Dios a pesar de sus malas circunstancias físicas. Y con eso pudo dar a entender que es posible “sobrenadar” (una palabra que utiliza mucho en sus escritos) el sufrimiento y darse cuenta de que también puede ser considerado un don de Dios si se es capaz de sobrenaturalizarlo…
Manuel Lozano Garrido es un verdadero campeón de la fe, un gigante como otros tantos que ha habido a lo largo de la historia de la salvación y que el Padre Dios suscita entre sus hijos para que nos demos cuenta de que hay cosas que no son imposibles aunque, por flaqueza espiritual, a la gran mayoría de creyentes nos puedan parecer cosas de otro mundo. Y es que sí, en verdad, son cosas de otro mundo, el Cielo, pero en éste.
Y Lolo demostró que se podía decir mucho con pocas palabras. Y a eso nos vamos a dedicar en lo sucesivo... si Dios quiere.
Beato Lolo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán