miércoles, 18 de diciembre de 2024

Gozar leyendo a Lolo


 


Resulta de todo punto normal que cuando a una persona se le otorgan determinadas bendiciones espirituales es que, en verdad, podemos estar seguros de que tiene merecimientos para que eso sea así. Y en el caso del Beato Manuel Lozano Garrido ha de ser cierto y verdad que en su subida a los altares no sólo jugó un papel crucial el sentido de la fe que tenía y todo lo que tiene relación con su sufrimiento físico sino que aquello que dejó escrito debió tener su peso en oro, también, espiritual.

En realidad, esto que decimos aquí lo puede comprobar cualquiera con tan sólo acercarse a uno de los libros que dejó escritos en vida en el mundo o a los que luego, de forma póstuma, por recopilación o “encuentro “ (caso, por ejemplo, de “Las siete vidas del hombre de la calle”, publicado por la Fundación Beato Lolo en 2016 después de su aparición dos años antes) han ido apareciendo.

Leer al Beato Lolo no es cosa baladí. Y es que pudiera dar la impresión de que nos encontramos ante un escritor más y que luego, su especial sentido de la fe y todo lo que eso le supuso a sí mismo enriqueció lo que escribía cuando, en realidad es casi seguro que el camino fue al revés: escribió lo que escribió y eso fundamentó una raíz desde la que construir una forma de ser que quedaba reflejada en las palabras que, a veces, muy perseverantemente, conseguía que fueran fijadas en el papel pues su enfermedad, como es sabido, acabó por hacerle imposible, siquiera, escribir con un lápiz…

Pues bien, el gozo de leer a Lolo es muy fácil de entender si aquí traemos algunas de las miles y miles de palabras que conforman sus libros o sus escritos periodísticos, que de todo hay en esa viña del Señor.

Así, por ejemplo, en su libro El sillón de ruedas” (p. 159) (y que, ya de paso, debemos decir que resulta de todo punto humilde que le ceda la importancia a la silla de ruedas que lo llevaba…) nos dice algo como esto:

La órbita de la Gracia está ceñida literalmente al itinerario de la voluntad., Para incorporarla a lo íntimo y nutrirse con la riqueza de lo sobrenatural, basta únicamente con un leve intento de aproximación. Es entonces cuando Dios derrama sus maravillas como una catarata y nos inunda con todos los matices que se le enraízan en el amor”.

Como podemos ver, Lolo nos habla dulcemente de aquello que debería ser tenido tan en cuenta por los hijos de Dios: la Gracia del Todopoderoso a la que, en efecto, nos acercamos si queremos…


Eleuterio Fernández Guzmán

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