Es verdad eso que se dice acerca de que la vida da muchas vueltas y nunca sabemos cómo va a acabar la cosa. Y eso pasa con Manuel Lozano Garrido, a la sazón Beato Lolo. A él la vida también le dio una sorpresa.
El caso es que Lolo iba para maestro. Es decir, su vocación inicial era serlo y estuvo a punto de cumplir con la misma. Sin embargo, como bien sabemos, la enfermedad lo llevó por otros derroteros que, en cierta manera, también acabaron siendo los de un maestro… del periodismo.
Podemos imaginar al Beato de Linares (Jaén, España) dándole vueltas, como se suele decir, a la cabeza, para ver qué iba a ser de su vida en cuanto se dio cuenta y supo (allá por los primeros años de la década de los 40 del siglo pasado) que su querer ser maestro de escuela no iba a ser posible. Sin embargo, eso no iba a impedir que siguiera otro camino, el que fuera.
Como es de creer, Lolo estaba más que interesado por todo lo que pasaba en el mundo, en el cercano (en su pueblo, en su Provincia y su Nación española) y también en el que estaba más lejos, allende de las fronteras de su patria. Y eso lo llevó por un camino que fue, para él y para sus amigos, más que provechoso: le aprovechó a él mismo como desarrollo personal e intelectual y nos aprovechó a los que le conocemos al leer aquello que salió de su corazón y que, bien él mismo hasta que no pudo hacerlo, bien quien le echara una mano (su hermana Lucy o quien hiciera de “amanuense” en cada momento pues es seguro que fueron algunas personas conocidas los que eso hicieron por él) dio a la luz pública poco a poco, como dándose cuenta de que sí, que estaba más que capacitado para ser periodista o, lo que es lo mismo, para ser una persona que escribiera periódicamente de temas diversos, de los temas más diversos pues en eso Lolo es ejemplo de hasta dónde puede llegar a quien todo le interesa.
Pues bien, ya tenemos a Lolo sabiendo, por
su propia práctica, a qué se va a dedicar o, a lo mejor, se va a dedicar a lo
que, poco a poco, va haciendo con su escritura.
Podemos decir que sí, que Lolo es un periodista de tomo y lomo. Es decir, publicó muchos cientos de artículos en la prensa de la época. Pero es que, además, fue el Director de “Sinaí”, una revista que era, por decirlo así, el órgano de comunicación de su Obra llamada, eso, “Sinaí” que consistía en que comunidades religiosas oraban por medios de comunicación católicos que ejercían de católicos sin poder olvidar que hoy mismo, en pleno siglo XXI, se sigue haciendo lo mismo en el mismo sentido. Y así, desde 1958 hasta 1971 decenas de números (dobles casi todos porque abarcaban 2 meses del año) llevaron a los enfermos y a quienes no lo eran, multitud de noticias, artículos, novedades científicas o técnicas, vida de la Iglesia, etc. y colaboraron no sólo a la necesaria información de una parte de la población a la que, a lo mejor, no llegaba todo eso sino que difundió una labor espiritual de rango muy alto en beneficio de todos aquellos que dedicaban su vida (y dedican) a hacer una información llevada por el ser espiritual cristiano y, dentro del mismo, el católico.
Lolo periodista, sí. Aquel hombre que supo sobrellevar más que bien sus dolencias físicas fue capaz de dar al mundo de entonces, y al de ahora pues los textos están vivos y más que vivos, toda una serie de textos de la más diversa índole. Y es que Lolo estaba interesado, sencilla y llanamente, por todo lo que llegaba a su corazón. Y sobre eso bien podemos decir que no hubo tema que se le resistiera y todo lo que trataba lo hacía desde el corazón y con espíritu limpio y claro como corresponde a quien tiene bien aprendido que Dios lo mira desde el Cielo y no va a defraudar a un tal Padre.
Lolo periodista, sí; periodista de raíz y
desde el tronco de la Cruz bien clavado en su máquina de escribir, como quiso
que se hiciera la primera vez que se pudo celebrar la Santa Misa en su
habitación con el debido permiso. Y es que anhelaba que Cristo, su hermano y,
en cuanto Dios, su Creador, pudiese sentirse reflejado, en lo referido a su
pensamiento, ser y estar, en aquello que iba a quedar escrito en unas páginas
que pasaban del blanco inmaculado a dejarse acariciar por el verbo inspirado de
Lolo, periodista, sí, como Dios manda.
Eleuterio Fernádez Guzmán
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