Es más que seguro que cuando Manuel Lozano Garrido viajó a Lourdes con su hermana Lucy allá por el año 1958 tuvo que quedar muy impresionado por lo que vio, oyó y, en fin, con todo aquello que llegó a su corazón para quedarse. Y tanto es así que, incluso, no pidió para sí sino por todas aquellas personas que allí estaban y a las que debía considerar en “peor” situación que la suya.
Lo de que quedó impresionado tiene que ver con algo que salió de su tierno corazón y que llevó el nombre de “Sinaí” que fue, que sería, tanto una Obra Pía, por así decirlo, como un medio de comunicación llamado también “Sinaí”.
Lo primero consistió en lo siguiente: dado que había muchos medios de comunicación que tenían talante religioso y, dentro de la espiritualidad, que eran católicos, tuvo Lolo la idea de que monasterios de clausura junto con grupos de 12 enfermos orasen por los mismos para que llegase al corazón de Dios las necesidades que pudiesen tener los mismo y, además o sobre todo, para que lo que transmitían a la opinión pública tuviera un talante, eso, católico.
Aquella obra, Obra así con mayúsculas por
la importancia que la misma tuvo y tiene hoy día, tuvo que calar profundamente
en el alma religiosa de España porque muchos fueron los monasterios y
muchos los enfermos que quisieron plantar aquella semilla en sus
corazones.
En realidad, nosotros no podemos saber el fruto espiritual que eso obtuvo y sigue obteniendo hoy día (pues siguen en activo los monasterios de clausura que oran a Dios por la prensa católica) Sin embargo, estamos más que seguros que ha de haber sido abundante pues no puede caer en saco roto que haya enfermos y personas especialmente dedicadas a la oración que pidan a Dios por una intención tan espiritualmente buena y saludable como es la de los medios de comunicación que pueden dirigirse al mundo mostrando una visión cristiana de lo que pasa y sucede.
Pero lo otro, aquello que hemos citado arriba sobre un medio de comunicación, digamos propio de la Obra “Sinaí” no podía llevar otro nombre que ése. Y es que el ahora Beato Lolo quiso que los enfermos pudiesen tener una forma de estar informados que fuera más allá de la información que les pudiese llegar por los medios, digamos, ordinarios (prensa, radio, la entonces naciente televisión, etc.)
El caso es que la especialidad propia de “Sinaí” era del todo normal que así fuera. Y esto lo decimos porque si debía dirigirse a personas enfermas, impedidas, etc. debía tener un sentido más que especial pues las mismas, se quiera o no se quiera ver así las cosas, tienen, por decirlo así, un ámbito de realidad que no es el mismo que el de la persona que no padece enfermedad alguna.
Lo que hace Lolo con “Sinaí” (desde
aquella primera Circular, la 0, salida en 1958) hasta el último número de la
tal revista, que salió a la luz pública después de la llamada a la Casa del
Padre de Lolo (el 3 de noviembre de 1971) no tiene, seguramente, paragón con
algo que pudiera parecérsele. Y quizá pueda considerarse esto exagerado
pero no lo es.
El que esto escribe ha tenido la gozosa oportunidad de haber escrito sobre esta revista, “Sinaí”, en las páginas internáuticas de la Fundación Lolo. Y después de haberlo hecho durante algunos meses y haber podido leer el contenido de sus números, podemos decir que aquellos enfermos que tuvieron entre sus manos aquellas páginas destinadas especialmente a ellos tuvieron que gozar más que mucho con el verbo de su Director, que no era otro que Lolo. Y es en aquellas páginas pueden encontrarse artículos de todo tipo relacionados con la más rabiosa actualidad tratados siempre desde el punto de vista propio de quien padece una enfermedad. Editoriales brillantes, acercamientos a la vida de la Iglesia, de la Ciencia, del mundo en suma…
La Obra de Lolo, tanto la que consiste en la oración por los medios de comunicación católicos como la propia revista del mismo nombre, “Sinaí”, fueron y son un auténtico regalo de Dios al mundo y una gracia que supo aceptar aquel que, estando ya algunos años enfermo, no quiso dejar pasar la oportunidad de que muchas personas tuvieran conciencia de lo que eso suponía y de que otras tantas pudiesen aliviar en mucho su propio ser con aquello que podían llevarse a los ojos y al corazón.
“Sinaí”: una Obra del Cielo puesta en manos
de un santo. ¿Cómo iba a salir mal?
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